martes, 9 de septiembre de 2014

Darío Ortiz Robledo


Como su arte es figurativo y sus temas tratan de los eternos dilemas que han representado siempre los pintores de la antigüedad, se dice de Darío Ortiz que es el gran clásico colombiano actual, pero no es solo eso: Ortiz representa a una parte de los pintores más actuales del momento, a una corriente del arte de vanguardia, pues la figuración se ha vuelto a incorporar a la cabecera pictórica que nunca debió perder y buena prueba de ello es la gran aceptación comercial que su obra tiene en los mercados actuales, que valoran tanto su sólida formación artística como su excelente calidad técnica.
Y a pesar de ello Darío no solo es el pintor colombiano más conocido en el mundo tras Fernando Botero, sino un metódico estudioso de la pintura de su entorno y todo un activista en asuntos artísticos que ha llegado a promocionar y presidir uno de los museos de pintura más activos de América Latina, el Museo de Arte de Tolima.
Nació Darío Ortiz en Ibagué, Colombia, el 12 de Septiembre de 1968. Hijo de Darío Ortiz Vidales y Martha Cecilia Robledo. Aunque muy pronto destacan sus facultades para los estudios, su pasión se centra en el arte pictórico y es su padre, que de joven pintaba con exquisito gusto, quien le da las primeras nociones de manejo de la pintura al óleo.
Aunque su juventud se desarrolla plácidamente en el hogar familiar, los tiempos convulsos que vive su país, con asesinatos de exlíderes guerrilleros, candidatos presidenciales y conocidas personalidades de la vida política y social de Colombia, hacen que el joven Darío viva una lucha interior ideológica muy profunda que solo puede llegar a comprender en toda su magnitud quien haya vivido inmerso en el desarrollo de un país turbulento.
Pero afortunadamente para el arte, desencantado por las miserias políticas, Darío se decanta por la poesía de la pintura y se centra en una actividad febril delante de sus lienzos. En la década de los ochenta produce escalofriantes escenas de temas sociales e indígenas, aunque también pasa por una etapa de abstracción en su pintura y participa en exposiciones de arte en Colombia, Miami y Suiza. Es a finales de esa década cuando realiza un postgrado sobre historia y arte en la Universidad, poco antes de emprender su primer viaje por Europa.
Con la intención de reclamar un premio que había ganado en Francia, Darío emprende un viaje hasta Italia y recala en Florencia, pero también pasa por Roma. Es entonces cuando comienza a hervir una llama que le lleva a iniciar el gran cambio que se produce en su pintura. A su vuelta a Colombia se encierra en su taller y retoma un diálogo con la pintura que nunca había perdido en busca de una mejor comunicación con el público.
El autor que salió de su país como un pintor abstracto retoma la figuración y comienza a recrear escenas cotidianas y actuales de los mitos bíblicos. Su pintura es ya posmoderna porque él es un hombre actual, pero bulle en su significado y planteamiento el clasicismo de los grandes pintores realistas, y el resultado no puede ser más espectacular, una pintura vibrante y cargada de tensión, de impecable factura y de un mensaje tan válido como intemporal.
Aún volverá a Florencia, pero esta vez ya no viaja solo, sino con Marcela, su mujer, y no va como un aprendiz de pintor, sino como un artista que busca su sitio en el arte. Contratado por una galería, Darío se sumerge en contemplación de los clásicos y aprende de ellos que la pintura se basta por sí misma como vehículo de transmisión de ideas, que la belleza seduce y que es una parte consustancial de su personalidad:
"Las tres gracias" 180 x 150 cms, Óleo lienzo, 2010. Darío Ortiz
“Ya no tenemos la necesidad de una carrera loca por lo nuevo, tenemos el derecho a ser distintos, a ser distintos siendo auténticos, con toda nuestra carga de caprichos, complejos y de peso cultural. Ahora podemos sentarnos con toda calma a crear los parámetros sobre los que construiremos una obra en la medida de nuestras necesidades. No podemos ver más allá de lo que somos o inventarnos nada que supere los límites de nuestra propia vida”
Así surge el Darío Ortiz posmoderno, su viaje iniciático le proporciona los conocimiento y armas suficientes para, desde su casa cercana a Bogotá, pintar sin descanso con una precisión de cirujano y una creatividad desbordante uniendo todas las facetas de su mundo, sus figuras del entorno actual, sus escenas de la antigüedad, su cultura cristiana occidental o las características del pueblo americano que le vio y ayudó a crecer.
A partir de la entrada del nuevo siglo, Ortiz se enfrenta a retos pictóricos como el producido por la muerte de su padre, pero también cuestiona la arrogancia del hombre contemporáneo y la validez de la modernidad. Es un pintor que no solo nos muestra el resultado de sus obras, sino su proceso de trabajo y la explicación de su mensaje para establecer una comunicación más directa y fácil.
Junto a otros artistas, Darío Ortiz promovió la creación del Museo de Arte de Tolima, uno de los más activos de América latina, que abrió sus puertas en 2003 y contiene más de 500 obras de arte. Su labor investigadora sobre la pintura americana le ha llevado a generar unos importantes archivos y a formarse como una de las personalidades claves en el arte internacional actual.

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